1 / Serie Arlt en Azul /
Arlt: “Yo
venía al Azul, enfermo de ciudad”
Redactó una
serie titulada “Impresiones de un porteño en el Azul”. Las notas se publicaron
en el diario El Régimen, la última semana de julio de 1927. “Siento que mi
enfermedad de ciudad se disuelve en un olvido que interponen trescientos
kilómetros de distancia”, escribió, en Azul, el autor de El juguete rabioso y
de las Aguafuertes Porteñas, entre otras célebres obras de la literatura
argentina. El hallazgo de los artículos se produjo luego de noventa años.
El
periodista y escritor Roberto Arlt trabajó en Azul, durante 1927, en el diario El Régimen. Allí publicó cinco
artículos. En el primero explicó por qué viajó hasta nuestra ciudad; los dos
siguientes los dedicó a las mujeres azuleñas y los restantes tuvieron como
temática el parque, la plaza y la torre de la municipalidad.
Pasaron noventa años para que este hecho –de
relevancia fundamental para la cultura local y nacional–, se demuestre
documentalmente: desde lo personal, entonces, es el hecho más significativo que
he experimentado como periodista. Por ese motivo resolví escribir tres
artículos, para compartir con los lectores de EL TIEMPO el contenido de este hallazgo, que desde ahora podrá integrarse
al patrimonio cultural.
La evidencia hallada, irrebatible, lo ubica
a Roberto Arlt en Azul en el invierno de 1927. Traía a cuestas su reciente
experiencia como cronista policial del diario Crítica. Poco después, en los inicios de 1928 se incorporaría al
staff de El Mundo, un periódico que
también (como el de Natalio Botana en lo policial) marcó un hito en el
periodismo argentino, por su formato y contenidos. Arlt tenía 27 años cuando
arribó a Azul (nació en 1900 y murió en 1942).
El material que prueba, por primera vez
luego de noventa años, la presencia de Arlt en Azul fue hallado –por el autor
de esta serie de notas– en la Hemeroteca Juan Miguel Oyhanarte, ubicada en Casa
Ronco, durante una investigación en torno a varios periódicos, entre ellos El Régimen.
Los biógrafos de Arlt evidencian un bache
documental, precisamente, entre los años 1926 y 1927, de los que sólo se saben
con certeza algunos aspectos de la vida profesional del escritor y periodista.
Este hallazgo de los artículos producidos en Azul viene, de alguna manera, a
completar esa etapa arltiana.
Los artículos
El
Régimen comenzó como semanario y se fundó el 31 de julio de 1926. Se
convirtió en diario el 1 de julio de 1927. Funcionó en Burgos 571 y 575 de
nuestra ciudad, y fue fundado y dirigido por Jorge C. Elizagaray. Así se
indica, precisamente, en la portada del diario del 1 de julio antes mencionado.
(Estos datos del diario ya habían sido relevados por Bartolomé J. Ronco en el
facsímil “La imprenta de Azul”, Impresos
en Azul desde el año 1872 hasta el 31 de agosto de 1948, original que se
conserva en la Hemeroteca JM Oyhanarte de Azul).
Los cinco artículos firmados por Roberto
Arlt con las iniciales R.A. y publicados por El Régimen son: Impresiones
de un porteño en el Azul (martes 26 julio 1927, pág. 1); Las mujeres del Azul (miércoles 27 julio
1927, págs. 1 y 4); Las que se pasean en
automóvil (jueves 28 julio 1927, pág. 1); El parque (viernes 29 julio 1927, pág. 1) y, finalmente, La plaza y la torre (sábado 30 julio
1927, pág. 1).
Álvaro Abós, en su prólogo de “El
facineroso” (crónicas policiales de Roberto Arlt, editorial Del Nuevo Extremo,
Bs.As., 2013, pág. 9 y ss.) señala: “Un día de febrero de 1927” Arlt se inició
en el diario Crítica como cronista
policial de la edición de los viernes. Tenía 26 años y hacía seis meses que se
había publicado su primera novela, El
juguete rabioso (1926, Editorial Latina).
El 5 de marzo de 1927 murió Carlos Arlt,
padre del escritor. Es decir, cuando Arlt llegó a Azul, el duelo era reciente,
aunque los biógrafos aseguran que no habían sido buenas las relaciones entre
ambos (Abós, p.21). Otro aspecto: Arlt conocía el caso Mateo Banks a través de
lo publicado por diarios porteños como Crítica,
pero también por el local El Ciudadano,
algunos de cuyos ejemplares se conservan en Biblioteca Nacional y Archivo
General de la Nación, ya que circuló en las redacciones porteñas.
Cuando llegó a Azul, Arlt tenía experiencia
como cronista policial. Ya había publicado en Crítica varios artículos: “Les dio cianuro en el biberón a sus
hijitos y terminó su trágica obra suicidándose” (viernes 11 de marzo de 1927);
“Mató a su mujer de dos puñaladas y enseguida se suicidó con cianuro” (18 de
marzo, 1927); “Secuestrado trajeron a un niño en un vapor” (18 marzo 1927); y
su primera crónica en la hoja de Botana: “¡Bestia humana! Para castigar a su
hijito le introdujo un alambre en el ojo, hasta el cerebro” (18 febrero 1927). Todo
ello fue documentado en el libro “El facineroso”, antes citado (pág.55 y ss.).
Es decir, el Arlt que arribó a la ciudad de
Azul durante el invierno de 1927 era un hombre atormentado, saturado de la vida
en la “gran ciudad”. En cierto modo llegó escapando de Buenos Aires, asfixiado
por el ritmo de la gran urbe. De hecho, es el tema de su primera nota aquí en
Azul, como veremos enseguida.
Ese primer artículo revela, además, varios
aspectos que es necesario puntualizar, para contrarrestar algunas ideas que la
historia oral desperdigó: Arlt llegó por primera vez a Azul en 1927. Lo afirma
en este primer artículo: “Se camina por sus aceras súbitamente familiarizado
con ellas como si ya nos fueran conocidas, como si en otros tiempos las
hubiéramos transitado”.
Llegó,
como decimos, atormentado por el ritmo de la vida porteña: “Yo venía al Azul,
enfermo de ciudad”. Y “para curarse de la fiebre de ciudad”, dice Arlt, “el
hombre debe irse al campo... lejos... bien lejos...”. Y expresa su satisfacción
por Azul: “Le estoy agradecido a su silencio enorme”.
Los días en Córdoba
¿De dónde viene Arlt ese invierno de 1927?
Señalamos su trabajo como cronista policial de Crítica y los horrores ante sus ojos, el duelo por su padre. Pero
existe otro tema: Córdoba.
Precisamente, en el primero de los
artículos de Arlt que hoy damos a conocer, el autor de El juguete rabioso, a la par que se maravilla por Azul, expresa su
malestar por la ciudad que había conocido antes: “Córdoba causa el efecto de
una ciudad inhospitalaria por una serie de razones estéticas”; caracterizándola
además como “fría”, que suscita “en nosotros un desagrado vivo”.
Otro de los biógrafos, Omar Borré (Arlt, su vida y su obra, editorial
Planeta, 1999, pág. 283 y ss.), ha indicado que el escritor se radicó en
Córdoba el 10 de marzo de 1920, para cumplir con el servicio militar. En 1921
se casó en Cosquín con Carmen Antinucci y en 1922 nació Electra, su hija. En
Córdoba, durante esa etapa que no fue positiva para él (lo cual se evidencia en
el primer escrito producido en Azul), se inició Arlt como periodista: fue
director y redactor del semanario Patria.
En 1923 regresó a Buenos Aires, ahora con mujer e hija. Vivieron un tiempo con
el dinero de la dote (por entonces, aún era costumbre). En 1925 Arlt conoció a
Ricardo Güiraldes y trabajó como su secretario. Entre 1926 y el 1 de febrero de
1927 escribió para la revista Don Goyo,
que dirigía su amigo Conrado Nalé Roxlo.
En los próximos artículos (a publicarse
mañana y pasado) brindaremos más detalles sobre todos estos aspectos. Vayamos ahora
al documento hallado en la Hemeroteca de Azul.
La primera nota firmada por Roberto Arlt en
El Régimen es la que a continuación
se transcribe íntegramente:
Impresiones de un porteño
en el Azul
“Deseo escribir sobre el Azul porque me ha
sido una ciudad simpática. Las ciudades son como los semblantes de las mujeres.
Algunos se apoderan de nuestra voluntad inmediatamente; otros nos dejan fríos y
los últimos suscitan en nosotros un desagrado vivo. Así, Córdoba causa el
efecto de una ciudad inhospitalaria por una serie de razones estéticas.
”El Azul es una ciudad cordial. Se llega a
ella, y a pesar de la extrañeza que produce al forastero con sus calles nuevas
y sus perspectivas inesperadas, se camina por sus aceras súbitamente
familiarizado con ellas como si ya nos fueran conocidas, como si en otros
tiempos las hubiéramos transitado. Esta sensación de "conocimiento
previo" se traduce en satisfacción.
”Yo venía al Azul, enfermo de ciudad.
Enfermo de calles sepulcrales, de estrechas, de ruidos que jamás cesan, de
iluminaciones cuyos destellos acaban por fatigar los ojos. Por eso dije mal de
ciudad; porque la ciudad, la terrible ciudad multiforme y azarosa acaba por
entrársenos en el entendimiento, dejando en él como una fruta demasiado agria
en el paladar una sequedad de fiebre.
”Yo no sé si alguien ha escrito sobre la
enfermedad de ciudad. La llamo así, porque de pronto la vida de todos los que
se mueven a nuestro lado entra en nuestra existencia, y la desolación de sus
calles, el pandemónium de su comercio, la locura de sus habitantes movidos por
la necesidad y la codicia acaba por contagiarnos su delirio... así pasan los
días... y de pronto nos acordamos que hace sesenta días que no hemos mirado el
cielo de la noche ni al horizonte de los crepúsculos, nos acordamos que
nuestros ojos están ciegos, porque todo su mirar se ha vuelto a la cavilación
interior.
”Y cuando un hombre se apercibe de esto,
cuando observa que se ha olvidado de mirar a las nubes, al cielo, y a las
estrellas, es que está enfermo de ciudad. Entonces para curarse de la fiebre de
ciudad, para curarse de la angustia encajonada en los cubos de sus rascacielos
y en los conventillos de sus calles miserables, para curarse de la locura que
mueve a sus peleles del café a la oficina y del subterráneo al ómnibus, para
olvidarse de todo eso el hombre debe irse al campo... lejos... bien lejos...
¿Cómo no describir entonces la sensación de frescura, de calma que da esta
ciudad? Por eso hablo de ella. Le estoy agradecido a su silencio enorme, al
silencio suspendido en sus calles largas, como una bendición; estoy contento de
sus casas bajas, de sus balcones solitarios, de la parsimonia con que las
gentes recorren sus veredas soleadas, me regocijo en la visión de sus patios
que dejan ver tras el cancel verdura de árboles, y siento que mi enfermedad de
ciudad se disuelve en un olvido que interponen trescientos kilómetros de
distancia, trescientos kilómetros de campo y llanura”, concluye el artículo de
Arlt.
Publicado: 11/1/2017, Diario El Tiempo, Azul, Argentina.
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Roberto Arlt en la época que escribía notas policiales en Crítica (1927) y cuando viajó a Azul para trabajar en la Redacción de El Régimen. |