2 / Serie Arlt en Azul /
Arlt y las
mujeres de Azul
Fue cronista
del diario azuleño El Régimen, en el que publicó una breve serie titulada
“Impresiones de un porteño en el Azul”. El autor de El juguete rabioso llegó a
Azul en 1927, buscando tranquilidad. Los dos artículos que damos a conocer hoy
son pinceladas de la sociedad azuleña de fines de los años 20. El hallazgo de
los artículos de Arlt se produjo luego de noventa años.
Entre
las diversas informaciones que los antiguos diarios publicaban, una sección nos
permite probar la presencia del escritor y periodista Roberto Arlt en Azul. La
sección se denominó “Viajeros”, se incluyó en la página de Sociales, y
básicamente refería quiénes llegaban o partían utilizando el servicio del ferrocarril.
El 1 de agosto de 1927, el diario El
Régimen publicó que, desde Azul, viajó “para Buenos Aires el señor Roberto
Arlt” (pág. 4).
Esto, sumado a los cinco artículos firmados
con las iniciales R.A. de la serie
titulada “Impresiones de un porteño en el Azul”, además del contenido, forma y
estilo de estas notas, con los elementos que expusimos en la edición de ayer, acredita
la presencia en la ciudad de Azul del autor de El juguete rabioso y las Aguafuertes
Porteñas, entre otras destacadas obras. Más precisamente, incorporado como
redactor en el diario El Régimen.
Los textos fueron hallados recientemente
por quien firma esta serie de artículos, en la “Hemeroteca JM Oyhanarte de Azul”,
a noventa años de haber sido publicados.
Temática
Tanto el segundo artículo como el tercero
de los cinco que Arlt publicó en El
Régimen, durante el invierno de 1927, se ocupan de las mujeres azuleñas.
Pueden considerarse estas dos notas como una suerte de prehistoria de las Aguafuertes que, a partir de 1928
Roberto Arlt comenzó a publicar en el diario El Mundo de la capital federal.
“Las
mujeres del Azul” se publicó el miércoles 27 de julio 1927 y al día
siguiente “Las que se pasean en automóvil”,
ambos textos en la portada de El Régimen.
Estas notas arltianas que ocupan hoy
nuestra atención, tienen algunos elementos específicos que podemos adelantar.
El primero: Arlt se hospedó en un hotel y no en una casa particular. Dice el
escritor: “Ya anochecido salí del hotel…”. Segundo: menciona dos calles
céntricas de la época: San Martín y Alsina (hoy Yrigoyen). Y podemos agregar un
tercer aspecto: ya en 1927, en Azul había mujeres que conducían automóviles en el
radio céntrico (es tema del segundo artículo que Arlt dedica a las mujeres
azuleñas, aunque también se quejó al no encontrar mujeres tomando el “vermouth”
en algún bar…).
Vayamos ahora a los artículos hallados en
la Hemeroteca de Azul, que se transcriben íntegramente a continuación,
respetándose la grafía original y
salvándose lo más relevante entre corchetes:
Las mujeres del Azul
“Lo que me sorprendió extraordinariamente
del Azul fué la quietud de sus calles solitarias. A momentos tenía la impresión
de que deambulaba por una ciudad muerta. Yo miraba con extrañeza sus balcones
desiertos, las persianas entornadas, y una curiosidad vivísima se apoderó de
mí.
”¿Dónde estarán las mujeres del Azul? Y a
instantes llegué a pensar que no existían mujeres en el Azul. Porque no veía
una por las calles, ni tras de los cristales, ni en las distancias. Miraba a
todas direcciones, me detuve en las esquinas y este misterio de ausencias llegó
a preocuparme hasta la ansiedad.
”¿Hay mujeres en el Azul?
”Y es que estaba acostumbrado a la
presencia de éstas en Buenos Aires, donde se las encuentra a todas horas frente
a los escaparates de las tiendas y adornando las balconadas del atardecer y las
mañanas que hacen más bonita su presencia.
”Y yo tenía la impresión que en la quietud
de estas calles tan solas la aparición de una muchachada [sic] en flor, hubiera
sido conmovedora de deliciosa. Porque acrecenta su prestigio la calmosidad del
día y la ausencia de gentes. Caminaba yo entonces pensando que el Azul, tenía
un remoto parecido con esas ciudades de Oriente, que conocemos por la geografía
de las novelas, donde la aparición de una doncella es tan sorprente [sic] como
una luna verde o rosa. Y una impaciencia obstinada se apoderó de mí.
”¿Dónde están las muchachas del Azul? Es
curiosa e interesante esta preocupación de forasteros. Porque uno se imagina
que las doncellas de las ciudades que no conoce son más sabrosas que las de las
ciudades en que ha vivido, y en torno de este pensamiento va trabando
imaginaciones singulares.
”¡Las muchachas de las ciudades distantes!
Cuando pasaba los días en Buenos Aires, me daba a pensar a veces, cómo sería el
alma de esas mujercitas distantes aburridas en la quietud de los días largos, y
de consiguiente, obligadas a vivir una vida interna más intensa que la de sus
hermanas de la ciudad, frívolas por el rápido girar de los días y los
acontecimientos y los espectáculos.
”Y ahora, vagando por las calles del Azul
recordaba mis anteriores imaginaciones. ¡Qué adecuadas eran sus calles largas y
vacías, sus balcones viejos y herméticos para la silueta de una doncella en
flor[!]; mas como no veía ninguna, mi preocupación iba en aumento.
”¿Dónde estaban las muchachas del Azul?
”Y se apoderó de mí una sed, como la de un
viajero perdido en el desierto, la sed de ver una carita de mujer, de sentir el
frú frú de su vestido, y el placer de su mirada, una sed de presencia femenina
que a cada hora que transcurre agudiza más una urgencia inexplicable.
”Ya anochecido cuando salí del hotel
experimenté una sorpresa. Racimos de muchachas pasaban ante las franjas
luminosas de los escaparates. De una excesiva soledad pasaba bruscamente a un
corso mujeril. No era comparable a los que se improvisan en ciertas calles de nuestra
ciudad, pero era más interesante desde otro punto de vista: Y es la sencilla
coquetería de las doncellas del Azul para dar sus miradas al pasar.
”En Buenos Aires las mujeres están
desgastadas, de preocupaciones. Tienen los ojos vacíos de inexpresivos. Cada
porteña parece estar en guardia contra un peligro invisible que termina por
limar su sensibilidad, haciéndole perder lo que de más delicado tiene su
feminidad. En cambio, las muchachas del Azul, las señoritas del Azul, son
deliciosas por la gracia con que miran, por la fijeza con que clavan sus ojos
en el que pasa. Esa cordialidad es bonita como un regalo, tiene la virtud de
una preferencia, y halaga, seamos sinceros, nuestra vanidad injustificada.
”Y entonces uno piensa que el amor de las
señoritas del Azul, puede ser distinto al amor que darán las mujeres de otras
ciudades de la tierra, y este pensamiento absurdo se enriquece de posibilidades
cuando se reflexiona que en el silencio de sus casas, las doncellas en flor,
las señoritas del Azul, deben madurar sus emociones hondas, con el oro de todas
las quietudes, y con los de todos los sueños, sueños que en la monotonía de sus
vidas cotidianas, deben adquirir relieves como las figuras estampadas con
ácidos en los bronces.”
Así concluye el segundo artículo que Arlt
publicó en El Régimen (págs. 1 y 4 de
la edición del miércoles 27 julio 1927). El siguiente artículo de los dedicados
a las mujeres azuleñas, se transcribe a continuación:
Las que se pasean en
automóvil
“Continuando sobre las impresiones que
suscitan las mujeres de Azul, quería decir que las misteriosas, las seductoras
son las que pasean en automóvil por San Martín o Alsina.
”Ayer yo hablaba de esos países que sólo
conocemos por la geografía de las novelas. El Azul, a la hora de las muchachas
en flor, ofrece un aspecto de morería distante. Las que se pasean en automóvil
suscitan más que nunca esa impresión.
”Se las vé pasar, pero no se sabe quienes
son. El automóvil se desliza con lentitud, tras de la mica o de los cristales
de las cortinas se adivina unos semblantes femeninos, repentinamente los ojos
aguzan su mirar, pero ya es tarde, el automóvil ha pasado, luego vuelve otra
vez, y esa misteriosa neblina que flota en el interior de las cajas de todos
los coches por la noche, vela el rostro de las que pasan. Y así una vez y otra.
”Nuevamente se piensa en los paí[ses] de
geografía arbitraria. ¿Quiénes son esas muchachitas cuyos perfiles grises se
distinguen inciertamente tras los transparentes de las cortinas? Entonces se
apodera de uno una inquietud deliciosa, tensa de curiosidades. Esos ojos que
nos miran son invisibles para nosotros. En cambio ellas no ven, observan el
movimiento que hacemos para seguirlas... y esta satisfacción trunca nos resulta
de una coquetería inexplicable. Está bien ser invisible para los que miramos.
”Ahora lo que uno no se explica es qué
placer encuentran estas muchachas paseándose en coches cuyos cristales
aguanosos nublan toda visión del exterior.
”Por eso extraña esta falta de [es]tima, la
más profunda satisfacción de una mujer está en ser mirada, mirada de mil modos
distintos. Esto debe de satisfacer ante todo su vanidad y proporcionarle
momentos de felicidad aguda, de orgullo sonriente, uno de esos orgullos que
detienen la figura ante el espejo para examinarla con suficiencia y curiosidad,
como si ya no fuera propia y sí la de una hermosa flor que se cumplimenta con
un beso.
”Por eso estraña [sic] esta falta de
exibición [sic], comun a todas las mujeres de la tierra. No creo que sea el
frío, ya que las he visto escotadas a la salida de la iglesia. Debe de existir
otra razón más rara y misteriosa que no descubro en estos momentos; ya que no
veo qué distracción puede proporcionar eso de dar vueltas en automóvil, en
redor de algunas manzanas, donde la iluminación debía ser mas intensa para
responder al fin del paseo.
”Otra de las anomalías que chocan es la de
que las muchachas de Azul no van a tomar el vermouth.
”En Córdoba, donde el paseo o corso
semejante al de Azul se realiza todas las tardes, termina luego por
concentrarse en el "Splendid" de la calle San Martín, o en el
"Plaza", de la avenida Dean Funes. Esto es agradable. Se establece en
los salones de ambos hoteles, una atmósfera de fiesta que invariablemente se
repite todos los días, dando de consiguiente a esas jornadas pesadas de
monotonía provinciana, una perspectiva luminosa. Y aunque los días son largos
se toleran por que el atardecer nos compensará de las horas ingratas.
”En Buenos Aires, las reuniones del "Richmont",
de Florida son deliciosas, porque ha sido suprimida la división de salón para
familias, de forma tal, que la música y el perfume de los "coktails"
adunado al de las mujeres, hacen que el tiempo pierda su longitud y entonces
las horas pasan como minutos”.
Así concluye el artículo publicado por
Roberto Arlt el jueves 28 de julio de 1927 en el diario azuleño El Régimen.
Publicado: 11/1/2017, Diario El Tiempo, Azul, Argentina.
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La calle Alsina (hoy Yrigoyen) en la década del 20. Roberto Arlt la menciona en uno de sus artículos publicados en Azul. |
El tercer artículo de Arlt como periodista en Azul: “Las que se pasean en automóvil”, publicado el jueves 28 julio 1927 en la primera plana de El Régimen. |
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El escritor y periodista Roberto Arlt, circa 1927. |